Fue así como nació la amistad entre estos dos hombres. Rey uno y Profeta el otro, la cual animo a Shangó a hacer pregonar por todas partes que se autorizaba el ejercicio libre del culto a Ifá. Y como después de muchos sacerdotes negros lo ejercían, su fusión con las creencias locales fue un hecho consumado. Shangó dejo definitivamente el arte de la adivinación y se dedico a otras tareas hasta el fin de sus días en la tierra; una vez de regreso a las alturas, a su peldaño en la escala de Ifá, recibió las plegarias y tributos rituales que continuaban ofreciéndole los hombres, y la veneración de los Babalawos, que siempre le piden su bendición , al igual que a Eleggua, la pequeña e inquieta deidad de tan grande poder, que ha quedado como guía de los sacerdotes y de toda familia necesitada de protección y ayuda. Es bueno aclarar que en el culto a Ifá se reconoce el valor de todos los orishas, tal como hiciera Orula cuando llego a sus tierras, y...