Durante muchos años
Orula concentro sus esfuerzos en estas tareas, logro asentar el culto a Ifá en
las regiones de la actual Nigeria, después de aprender las lenguas del país y
componer rezos propiciatorios, cantos y alabanzas en los varios dialectos, incorporando
también los tambores nativos en el acompañamiento de los canticos.
Pero desde un
principio fue solicitado por el Rey de Oyó para consultar un problema, por eso
Orula viajo a esa ciudad y se presento en el palacio.
El Rey era una de
las reencarnaciones del mismo Shangó, la antigua deidad que trabajara en darle
formas al planeta. El continuaba descendiendo periódicamente, porque sus
vibraciones eran afines con el poder y la guerra, en los que descollaba en
tierras de la guinea con sumo respeto de los demás, que tejían alrededor de sus
acciones numerosas leyendas, muchas de las cuales trascendieron hasta nosotros.
Ya en presencia del
Rey, el adivino Orula se estremeció por su porte, prestancia y don de mando,
pero como sabio que era se inclino con modestia y le pregunto acerca de su
necesidad.
El soberano después de explicar la situación en que
se hallaba su pueblo, empeñado en la guerra y hundido en la adversidad, acosado
por numerosos enemigos solicito consejo a Orula, ya que el mismo, aunque era
adivino de nacimiento, estaba preocupado por los acontecimientos.
El profeta desplego la estera frente a Shangó, manejo
los ikines después de invocar a Ifá y a las demás deidades, y obtuvo un signo;
a partir de este le explico al Rey la limpieza ritual a que debían someterse él
y sus hombres para aclarar los caminos y reforzar los ánimos, de manera que
obtuvieran la victoria. Estas recomendaciones fueron cumplidas con disciplina y
fe por el soberano y las demás personas.
Shangó partió decidido a la guerra; expulso
rápidamente a los enemigos de su país, regreso victorioso al palacio y
compartió alegremente con Orula.
Shangó fue el primero en llamar a Orumbila con ese
nombre, ya que al verlo adorar al sol naciente todos los días le dio tal
titulo, pues él decía Orumbila (le abre el camino al sol), quedándose después
como orunmila u Orula . De este modo surgió el nombre con el que conocemos al
primer sacerdote de Ifá en la tierra, ya que con anterioridad se identificaba
con otros, perdidos en el tiempo.
En los días que Orula estuvo en el palacio de Shangó,
le enseño al Rey muchas cosas, como el arte de la danza, en el que Orula era
experto, pues en su juventud la practicaba en las cámaras del templo, como
método de adoración - invocación, y hasta para recrearse en los ratos de ocio.
Shangó le obsequio a Orula el tablero circular que usaba para ejercer la
adivinación, en la que tenía una destreza innata.
Este tablero había sido labrado con la madera de
Iroko, el árbol sagrado; e inmediatamente Orula comprendió que era el atributo
que le faltaba para suplir la piedra blanca rectangular del templo de Menfis, y
que de ese momento en adelante todo sacerdote de Ifá o Babalawo, lo debía tener
entre sus atributos.
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