Los pocos sacerdotes
de Ifá que arribaron a nuestras costas, llegaron desprovistos de los materiales
necesarios para la adivinación y el ejercicio del culto, y tanto dieron, hasta
que encontraron la manera de sustituirlos por elementos autóctonos.
De este modo fue que
descubrieron en las semillas del corojo propiedades parecidas al obi Kola en el
sentido místico; las jutias reemplazaron a las ratas africanas: Iroko se
convirtió en la ceiba, en cuya
majestuosidad se manifestaban los orishas, que desde las alturas habían
acompañado a sus hijos en la trágica aventura, cruel y aberrante episodio que,
no obstante, cumplía el cometido de expandir por otros continentes a las etnias
del África y con ellas sus cultos y el dominio de sus deidades.
En un inicio carecieron
de sus atributos sagrados, encontraron una planta cuyas semillas serian básicas
como alimento, y en las que notaron, cierto valor mágico, aun hoy día
apreciado. Este grano fue el maíz, empleado por los sacerdotes en el fondo de
los barracones para atefar y obtener los signos sobre la tierra misma, aquella
que, prodiga en extremo, les suministraría con el tiempo lo necesario para
ejercer el culto.
Estos primeros
sacerdotes de Ifá, esclavos en nuestras tierras, vieron, en la interpretación
de los signos obtenidos, que algún día aunque fuera lejano, sus descendientes
romperían los lazos de la esclavitud y harían prevalecer el culto, y
reconstruirían poco a poco los libros sagrados, que para entonces serian
muchos, debido a la imposibilidad de unificar otra vez la religión que
profesaban.
Así es testimoniado
en estos libros, elaborados gracias al esfuerzo de los iniciados, para grandeza
de Orula y de Ifá.
IBORÚ
IBOYA IBOSHESHÉ ….
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