Cierta vez que Shangó adivinaba en
público, un cojo leproso que oía su palabra, le preguntó :
¿
Por qué no me dices nada ? ¿ No quieres adivinarme ? Te diré, le contestó
Shangó : “mi padre me ha dicho que aquí en esta tierra yo tengo un hermano y un
medio hermano, mayores que yo. Ese medio hermano eres tú.
Escucha
ahora. Donde nací no pude vivir. Hoy me llamo Oní Shangó, pero vivo en tierra
ajena. Tu porvenir y tu suerte están lejos de aquí. Vuelve la espada y vete.
Atraviesa el monte y encontrarás donde reinar”. Y el leproso le pregunta : ¿
cómo voy a andar mundo en el estado en que me encuentro ?
Aquél
hombre era Babaluayé, San Lázaro. Entonces Shangó se dirigió a otro hombre, que
se hallaba también presente, y que era Oggún, su otro hermano, acompañado de
dos perrazos. Le tomó los perros y se los dio a Babaluayé. Oggún se los reclamó
a Shangó (Oggún tiene muchos perros y Shangó muchos caballos) Esta acción de
Shangó dio lugar a una guerra entre los dos, motivo por le cual son rivales.
Muy poderosos los dos, siempre están en pique y por nada se van a las manos.
Aquella vez Shangó para resolver la cuestión, le lanzó un rayo a Oggún y éste
lo desvió con un pincho de hierro que tenía en la mano. Shangó le zumbó el rayo
a Oggún en su herrería, y se la llenó de humo. Aunque Oggún es tan templado
como Shangó, no lo esperaba y se asustó. Babaluayé en tanto, atraviesa la selva
protegido por los perros, y en la dirección indicada por Oní Shangó, llegó a la
tierra de los Ararás y se tendió a dormir a la puerta de una casa.
Allí
pasa la noche, y de madrugada, un muchacho lo despierta. Aquél adolescente
tenía como él, un cuerpo eternamente llagado. Le dice : “¡ Cuánto debes sufrir
con estas llagas !” “¿ Tú sufres como yo ?”. Babbá al oírlo le pregunta : -“¿
Quieres que te cure ?” ; y el muchacho con mucha fe le responde : “¡ Cúrame,
por favor, cúrame...!”-
Babaluayé
le pidió harina, manteca de corojo, y un saco de zaraza ( hilo de huenequén ).
Hizo un pan con la harina, lo mojó en la manteca y le frotó todo el cuerpo con
aquél pan. Quemó la ropa que llevaba puesta, y lo vistió con el saco de zaraza.
-“Toma
este pan, le dijo cuando hubo terminado de limpiarlo, ve a tu casa, clávalo
detrás de la puerta y ve después a desnudarte en presencia de tú madre”-.
Cuando ésta vio el cuerpo de su hijo, eternamente limpio y sano, corrió por el
pueblo pregonando el milagro, y todos pudieron comprobar la maravillosa
curación que había operado en el muchacho. San Lázaro, como le había augurado
Shangó, reinó en Dahomey. Allí hizo reconocer a su hermano con el nombre de
Jebioso.
Rezo
de Shangó:
Ibá
! ... Shangó Babá ! ... Obbá Kórá ! ... Kabiósilé ! ... Kabiosílé ó !
Ibá
! ... oríwodé ! ... oríwó wó ! ... Kabiósilé ! ... Kabiosílé ó !
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